Una entrevista que me ha hecho Carmen Marchena con fotografías de Jocape para EL SALTO de este mes de julio.
¿Cómo ha sido la experiencia de publicar tu primera novela?
Ha sido todo muy rápido y raro. En muchos sentidos, quizás lo mejor que me ha pasado en la vida. Que mi madre la leyese antes de que saliera publicada es una cosa que no podré olvidar nunca. Jorge B. y Enrique decidieron montar Ediciones Camping Motel para editar el libro y ayudarme en todo lo que pudiesen. Ahora estamos buscando una editorial con una infraestructura consolidada para reeditarlo y poder llegar a más gente.
Al final siempre ganan los monstruos, ¿bebe de historias personales o ficticias?
Muchas personas que lo han leído se han visto reflejadas a sí mismas o a personas que han conocido en algunas de las páginas. Cuando me preguntan de qué va el libro siempre respondo que de unos mentirosos enganchados a la coca. Si los personajes te están intentando engañar todo el tiempo o intentan manipularte o chantajearte emocionalmente o darte lástima, tampoco importa mucho si son vivencias o ficción.
Los monstruos de la novela parecen motivados por problemas similares a los de cualquier persona sumida en la crisis actual…
Los personajes no son ajenos a este desastre en el que vivimos y esas nulas perspectivas de futuro, ese desencanto y toda esa rabia aparecen inevitablemente por todas partes. No sé cómo le irá al resto de personas, pero a mí el esfuerzo, el trabajo duro y el pelear por conseguir algo nunca me han servido para nada.
Entonces, ¿que los monstruos ganen siempre es sintomático de la situación social, política y económica que padece el país?
Los monstruos muchas veces están escondidos, apenas aparecen pero están ahí, detrás de todo, aprovechando la desesperación de los demás, que son quienes se la juegan porque no tienen nada a lo que agarrarse, ni perspectivas laborales ni futuro alguno. Son los que salen ganando sin mancharse las manos. El contexto siempre es fundamental. Cuando miras a otro lado los monstruos se hacen grandes. Están por todas partes y se llevan todos tus sueños, todas tus ilusiones y todas tus esperanzas de futuro por delante.
La identidad generacional para cierto sector de la juventud cabalga entre la incertidumbre y la falta de perspectiva. ¿Empatiza en cierto modo el sentir de los personajes de tu novela con esta situación?
Supongo que sí, aunque prefiero pensar que la mayor parte de la juventud canaliza esos sentimientos de una forma menos autodestructiva. Los personajes nunca piensan en el futuro, se arrastran por el presente, idealizan un pasado horrible marcado también por la crisis que padecían sus padres. Reducen todas sus preocupaciones a una, porque es la única forma en la que se sienten parte de algo y se olvidan del sinsentido de todo. No hay futuro, eso lo vemos todos los días. Si el trapicheo te saca del agujero o el consumo de sustancias te arranca por unos segundos de este mundo tan asqueroso, te agarras a eso porque no tienes otra cosa y te la sudan las consecuencias o pagar con tu vida o con la cárcel, porque la realidad es todavía más espantosa.
¿El odio cohesiona España? Algo leí en tu perfil de Twitter
En Twitter escribo muchas payasadas. Siempre digo que las cosas que escribo o dibujo no son las tablillas de Moisés, ni el BOE ni una tesis doctoral, aunque hay personas que todo lo leen como si fuesen declaraciones juradas o lo hubieses firmado con la sangre de una gallina mientras invocas a Satanás.
A veces tengo esa impresión, la de que el odio es lo único que nos une. Nos necesitamos unos a otros para odiarnos.
Natural de Deifontes, un pueblo ubicado en los Montes Orientales de Granada, que no alcanza los 3.000 habitantes… ¿Cómo ha sido crecer y vivir en el pueblo?
Mis amigos siguen siendo los mismos de cuando era pequeño y he aprendido muchas cosas que me han sido útiles en la vida de mi madre, mis abuelos o las personas con las que he trabajado. En otros aspectos ha sido difícil. Hay muchas cosas que se descuidaban en los pueblos y si tenías interés en algo solo recibías palos y zancadillas por todas partes.
Estoy orgulloso de haber crecido allí. He aprendido a pelearme con el mundo, a enseñar los dientes y hacer las cosas solo y a mi aíre, a hacerme fuerte, sin importarme lo que pensaran los demás. Pero fue duro, porque solo aprendes dándote hostias con todo. El entorno era complicado. Me encanta reflejar mis raíces en las cosas que hago y siempre presumo de ser de Deifontes, un poco también por joder.
¿Has notado un regreso significativo de quienes se marcharon a la ciudad en busca de oportunidades en los últimos años? Algo así como un éxodo rural a la inversa.
Estuve muchos años fuera, desde los veinte, cuando pude irme a Granada con ayuda de las becas y mi trabajo en el campo para estudiar una carrera. Solo quería irme de allí. Y he vuelto un par de veces por circunstancias de la vida para marcharme lo más pronto posible. Tampoco sé muy bien que han hecho los demás durante la crisis. Muchos de mis amigos siempre han tenido ganas de largarse, aunque luego siempre lo echamos de menos porque es el sitio donde nos hemos criado y donde tenemos a nuestras familias y nuestros recuerdos.
Sin embargo, en tu comic “Historia inventada del punk”, hablas de que “el ejemplo paradigmático de progreso es una ciudad industrial”.
La parte del guión en ese tebeo es de Jorge B., así que esa frase es suya. Tal vez siempre asociamos ese progreso a las ciudades, porque hay más movimiento de personas y aparentemente hay más trabajo o más futuro. Pero no sé. He vivido y trabajado muchos años en Granada y cada vez es peor la situación laboral. Bajan las nóminas, suben los alquileres y aumenta la carga de trabajo porque sí.
En un pueblo puedes vivir de otra forma y buscarte la vida también. En el mío muchos trabajamos por temporadas en Francia y en las campañas de la aceituna. Lo menos bueno es que la mentalidad sigue siendo la misma que hace cincuenta años, sobre todo entre los que manejan billetes. Las personas trabajadoras y humildes si se organizan, son solidarios e incluso evitan desahucios y luchan contra las injusticias. Pero los que manejan los dineros no apuestan por la cultura ni por la industria, no ofrecen alternativas a la juventud, no hacen muchas cosas que favorezcan a los demás, miran solo por lo suyo. Los ricos de los pueblos prefieren tener guardados los euros en el banco o debajo del colchón, mientras todo a su alrededor se hace pedazos.
En tu currículum, además de numerosos trabajos de humor gráfico en revistas satíricas, fanzines, comics… también figuran faenas de jornalero, trabajador en la construcción o camarero ¿Cómo se lleva la precariedad con la clase trabajadora?
Nos la han vendido como lo natural y como algo que tenemos que aceptar porque sí. Como muchos, me busco la vida como puedo. Siempre ando dando tumbos en esa precariedad, sin poder plantearme mucho las cosas ni poder hacer ningún plan de futuro. Ahora por circunstancias personales estoy tomándome un tiempo para mí mismo y me gustaría cambiar muchas cosas, entre ellas las de convertir mi labor artística en mi trabajo.
La libertad de expresión ha pasado a ser uno de los temas candentes de la actualidad nacional. ¿Qué piensas al respecto?
La libertad de expresión nos gusta cuando la ejercemos nosotros pero no la entendemos cuando la usan las demás. Son terribles nuestra nula comprensión lectora y nuestras ganas de meter cizaña. Todo el dinero que dedican a jueces y policías para investigar y juzgar payasadas, lo deberían invertir en educación y nos iría mejor a todos. Nadie se muere por leer un chiste. Los chistes no son verdades absolutas. Un chiste tiene muchas lecturas y no lo puedes leer en un sentido literal. A mí me da mucha pereza este tema. Intento mantenerme alejado de los focos. Lo que no puedo poner en Internet, lo publico en mis tebeos, que es donde soy más libre.
¿Sientes que corra peligro el humor gráfico?
El humor gráfico, como muchas profesiones, corre peligro porque está mal pagado, porque no se respeta y porque ha perdido su espacio en las revistas y los periódicos. Es débil y si llega cualquier paleto con dineros y abogados te puede joder la vida. Eso es lo que mata al humor gráfico, la precariedad.
Si el punk surge de la necesidad de expresarse -y rebelarse- contra el sistema. ¿Nos hace falta más punk que nunca?
El punk está presente en cualquier ámbito, como rebeldía y como forma de hacer tú mismo cualquier cosa que te propongas. Ese espíritu ha contagiado a todo. Internet en sí mismo es algo punk que ha revolucionado la forma de relacionarnos y comunicarnos. Igual en lugar de ser más punkis es más necesario entendernos mejor, apoyarnos unos a otros y pelear juntos.
¿Crees que la salida de Mariano Rajoy del Gobierno tras la moción de censura, destruirá algún monstruo?
Mientras haya gobiernos seguirá habiendo monstruos.
¿Do it your self o “libertad para lo mío”?
Libertad para lo mío es una frase que uso de un modo sarcástico para reírme de la relatividad de nuestros valores.
Si lo haces tú mismo no necesitas a nadie. Y con internet, puedes llegar a cualquiera sin necesidad de cambiar nada en tu discurso.
Aunque ahora mismo, después de veinte años haciendo yo mismo las cosas, me apetece centrarme en escribir y dibujar y que una editorial se ocupe del resto del trabajo, porque me quema demasiado.
¿Qué te ha llevado a pasar del fanzine a la novela?
Siempre es lo mismo. La necesidad de soltar la rabia que siento haciendo cosas. Dar una patada a todo y decir: estoy vivo, no me gusta este mundo y lo hago porque en estas hojas impresas o fotocopiadas soy libre. Y tú que me lees también lo puedes ser. Y es muy fácil.
Odio, amor, desamor, pesimismo y MÚSICA. ¿Qué papel juega esta última en tu vida y de qué manera influye en tu obra?
Ahora dibujo temas musicales para la web de El Jueves y lo disfruto mucho. Me gusta la música y siempre tengo algún disco puesto mientras hago cosas. Me da igual si suena Ozzy Osbourne, Days N’ Daze o Lole y Manuel, lo voy a disfrutar igual porque cada canción tiene su sitio y su momento y para mí sin música el mundo se queda parado y no se mueve.
Un deseo para la sociedad en su conjunto
Supongo que sería que fuésemos capaces de cambiar las cosas de una vez, cuando soy optimista.
O que se vaya todo a tomar por culo, el resto del tiempo.