Al final siempre ganan los monstruos, Ediciones Camping Motel, 2018.
Sinopsis:
Mire usted, Villa de la Fuente es un pueblo de gente trabajadora, sencilla y humilde. Las cosas están como están y cada uno tiene que buscarse la vida como puede. Yo ya estoy jubilado gracias a Dios, pero los jóvenes lo tienen muy feo. ¿De qué van a trabajar? Pues se tienen que ir a la ciudad. O quedarse aquí y dejarse la rabadilla donde nos la dejamos nosotros. En el campo. En las temporadas que van saliendo. Aquí o en las francias. O en la obra cuando hay faena. Cada uno pues se las busca como puede. ¡Claro que se podrían hacer las cosas mejor! Pero los políticos son unos mangantes, unos mentirosos y unos hijoputas y no sirve ninguno. Con Franco sí que se vivía bien, no como ahora. Nah más tiene que ver aquí, el alcalde que tenemos. El Hipólito. El del PSOE. Que se cree más listo que nadie porque estudió para maestro de chiquillos. Vaya un sinvergüenza. Ese ni es socialista ni es nah. Mire qué socavones en las calles. Mire las farolas. Ni una funciona. Ni una papelera. Pues tienes que tirar las cosas al suelo. Y el Hipólito nah de nah. Ese va a lo suyo. Chanchullear y hacerse una casa grande con piscina en unos terrenos donde no se puede urbanizar. Eso es lo que hace por el pueblo el desgraciado.
Y ya está. Pues todo está muy dejao. Y mire usted. Yo esos niños pues claro que sé quiénes son. Bueno, ya me entiende. Los conozco desde que eran unos mocosos. Siempre andurreaban juntos. Aquí nos conocemos todos. Ya son hombres, claro. Tampoco sé lo que hacen ni en lo que andan ahora, muchos ya no viven aquí. Los veo mucho los fines de semana, cuando estoy sentado en la Plaza Vieja o cuando voy al bar del Ignacio, El Cucaracha. Pues alguna afición tendrán en común. Algún hobby. Siempre van juntos. Siempre van riéndose. Como hermanos. Muy apañados que son. Digan lo que digan. Trato más con el Jony, el niño del Farriao, que en paz descanse. Que esa es otra. Que igual por eso han salido así. Porque la mitad no han tenido padres. Les ha faltado disciplina y autoridad en casa. No los han educado bien y ya sabe que las madres son muy blandengues para criar solas a los niños, por muchas cosas modernas que digan ahora por la tele. El Eladio y el Manolillo también la diñaron. Como El Farriao. De la bebida, claro. Les gustaba mucho darle al alpiste.
Y estos niños, me supongo. Pues entrar y salir nah más. Empalmando las noches con los días. No son como los otros chaveas del pueblo que se casan, tienen hijos y los ves tú que se centran y se formalizan. Estos, pues mozuelos que siguen. En todas las fiestas, los primeros en la barra. En el San Isidro, en el Día de la Vírgen, en La Candelaria… No les duran mucho las novias. Que la gente habla mucho y dicen pues que están en la droga. Mire usted, yo ahí no me meto. Aunque está muy feo eso. Lo de las drogas. Eso no hace más que malear a la gente joven y corromperla. Personalmente quisiera decir que todo aquello que destruye la juventud debe tener cárcel muy grande. Mire usted el Lolo, el niño del Manolillo que en paz descanse y la Dolores, que dicen que se le ha ido la cabeza. Luego eso sí, un primor de persona. Donde quiera que te vea, te saluda. Buenos días. Buenas noches. Como debe ser. Y mire que al Lolillo este le teme todo el mundo. Tiene la mano muy ligera. Pero a lo que vamos. Que son unos niños muy apañaos. El Lolillo. El Juanillo del Eladio. El Jony. El Daniel de la Reme y El Sobrio, que está de jefe de un banco. Y el zagal del Liendres y la Marisa, ese que va con el pelo pintado amarillo pollo y que siempre lleva la música fuerte en el coche, pues es un niño muy cariñoso.
Usted no le haga caso a la gente. Que la gente es muy mala. Tiene la lengua muy larga y exagera mucho las cosas. Les gusta mucho el chismorreo. Tampoco es para tanto. Es como lo que me pregunta de la yerba. Pues como en todas partes. Es lo que hay. La gente tiene que comer. Buscarse la vida. ¿Qué si yo sé a quién le puede comprar? Pues a ver. ¿Usted no será policía, no? Mire usted, que yo estoy jubilado. Vale. Me ha caído bien. Hemos hablado en confianza. Yo planto algunos matojos en mi patio. Poca cosa. Pues un dinerillo que siempre viene bien, para pagar las facturas, ayudar a mis hijos o lo que surja. Si quiere, venga a mi casa y se lleva la que quiera. Tengo allí una romana para pesar. A 1’40 el gramo se la dejo. Una sativa buenísima. Yo no entiendo de eso, pero todo el que la prueba dice que mi marihuana es de la buena la superior. Mire usted, que más barata y más rica no la va a encontrar en ningún sitio. Que le hago muy buen precio. Más ya no se la puedo bajar. ¡A euro el gramo, no se hable más! Trato hecho. Pero no le diga nada a nadie. Que esto no salga de nosotros. Que no se entere el Jony.